jueves, 7 de febrero de 2008

Que alguien me esconda todas las llaves....


Siempre he criticado a las personas que no son capaces de tomarse con filosofía sus desplazamientos, es decir, todos los que adelantan a velocidades que demuestran bastante poco aprecio por sus vidas y la del resto de conductores (os aseguro que yo no voy pisando huevos, pero conduzco uno y tampoco da para más el pobre). O las personas que se te pegan y te dan las luces cuando ven que te cuesta adelantar al camión o te chillan cuando dudas en un ceda o en una rotonda. Yo siempre he pensado, si tanta prisa tienes haber madrugado más, que a menos que salves vidas seguro que porque llegues 10 minutos tarde al trabajo no se acaba el mundo.

Bien, eso creía, y hablo en pasado porque hace poco sufrí un episodio de posesión demoniaca cuando me encontraba plácidamente conduciendo mi huevo por el centro mientras escuchaba tranquilamente la radio. Mi objetivo era el siguiente, tenía que pasarme por una sucursal en la que debería abonar el ingreso del segundo plazo de matrícula (que mejor no digo cuanto es porque me vuelve el demonio) y a continuación llevar el resguardo a posgrado. Calculé, con el tráfico y todas esas cosas, que se añadiría una media hora "como mucho" a los 20 minutos habituales que tardo en llegar a la escuela. Pues bien, después de esa media hora llegó otra media más un cuarto de propina y todavía no habia visto ni un posible hueco donde aparcar. A la tercera vuelta ya me estaba empezando a cabrear cuando veo un coche que sale, "genial, ahí lo meto", doy el intermitente. La chica, porque por muy feminista que sea eso no lo habría hecho un chico, se coloca el asiento, el cinturon, el abrigo, el pelo... se mira el maquillaje y arranca (5 minutos), el de atras me pita, me echo a un lado, la mujer sale y otra mujer!!! se cuela y me quedo con un palmo de narices mirando como la muy.... aparca en MI sitio. MI sitio!!!

Fue en ese momento cuando noté que ya no era dueña de mis actos y baje la ventanilla para demostrarle a la mujer de lo que sirvieron los años de colegio de pago para convertirme en la señorita que soy y le chillé: "Maldita zo#%, mala p@&a!!!!" Y me fui, dejé el coche en un paso de peatones desando que se lo llevase la grua para no tener que preocuparme más por el aparcamiento y anotando el lugar exacto del sitio robado para volver rayarle el coche a esa mala pécora. Pagué mis deudas, entregué el papel y me fui a trabajar.

La primera persona que me encontré nada más entrar en la escuela fue al Dr. M, que con una sonrisa me soltó un: "joe, que bien te tratan en el nuevo sitio, menudas horas de entrar a trabajar". Y fue cuando pensé, "debí rayarle el coche a la desconocida porque como se lo raye al Dr. M que es lo que se merece en este momento ya puedo dar por finalizada mi carrera investigadora antes de empezar".

En fin, a veces lo que cuenta es como acaba el día, no como empieza, pero cuando empieza torcido lo que cuesta enderezarlo.

1 comentario:

Raquel dijo...

Oye, que según lo has contado me he cabreado hasta yo. Pues dí que sí, que me da a mí que yo también le hubiera dado rienda suelta al demonio y además me habría quedao a gusto. Un beso, guapa.